A lo largo de todo el siglo XX, la cuenca del Bajo Ebro se encontraba repleta de pequeñas explotaciones mineras que utilizaban el propio río para dar salida a sus producciones. La mayoría dispuso de redes ferroviarias propias y, una en concreto, funcionó hasta el año 1990 con la primitiva tracción a sangre. Se trataba de la mina La Canota, de Seròs, cerca de Lleida, donde el mulo Marró trabajó incansable hasta que la llegada de pequeños tractores diésel le permitieron disfrutar de una merecida jubilación.
Foto: Carles Salmerón
Texto: Terminus CET